Yo puedo crecer día a día, permanecer abierto a lo nuevo; y puedo ayudar a los demás y al mundo a transformarse a cada momento, con creatividad y alegría, con libertad y fe en el propio ser.
Voy a la esencia y dejo florecer lo que soy profundamente. Y, así, del respeto al propio ser, surge el respeto hacia los demás. Sin la carga del pasado, en mi rostro brilla el optimismo de iniciar la vida día con día; el entusiasmo de vivir mi presente y construir mi futuro.