Una de las razones para que las ciudades aparecieran y prosperaran, fue porque eran lugares que brindaban bienestar (oportunidades, protección, salud, etc.) a quienes las habitan. Sin embargo, muchas de nuestras ciudades latinoamericanas han dejado esa premisa de lado y se han vuelto solamente conglomerados de personas tratando de solventar las necesidades básicas, lo cual despoja a la vida de un sentido superior.
Desde hace 2 años me desplazo a diario en bicicleta por Bogotá y he tenido que irme ajustando a lo que exige la ciudad: casco, luces, mascara con filtro antipolución, silbato de alerta, etc. No obstante, lo más difícil de ajustar ha sido la tolerancia. Al principio era fácil y justificado entrar en la crítica o la indignación, pero me di cuenta que ese tipo de actitudes, a la larga, resultaban más contaminantes que los camiones y autobuses. Por esto, decidí hacer de la tolerancia mi camino para evitar dejarme llevar por los imprevistos de la ruta que a diario recorro durante una hora.
La tolerancia durante un tiempo funcionó y me evitó malos ratos al alejarme de los conflictos, ayudándome a entender mi papel y el de cada actor en la vía; pero llegó un momento en el que me sentí demasiado pasivo y hasta guiado por la rutina, tenía que encontrar la manera de cambiar mis juicios y aportar algo más. Luego de meditarlo, note que seguía manteniendo etiquetas y prejuicios sobre mis compañeros de calle: “el peatón imprudente”, “el taxista abusivo”, “el conductor de bus violento”, el motociclista…, el perro…, la paloma…etc. Entonces me surgió una pregunta:
¿Cómo aportar al bienestar de la ciudad desde mi lugar, desde mi vehículo con tan solo la fuerza humana?
El cuidado fue la respuesta. Me propuse cuidar de los otros como un hermano mayor, más allá de sus comportamientos y dejando de lado todas las etiquetas posibles. Llevo poco tiempo en esto y no ha sido tarea fácil porque los hermanos menores pueden ser muy rebeldes. A veces me olvido de cuidarlos y hasta reacciono, sobre todo cuando me siento agredido, pero, creo que vale la pena intentarlo. Al transitar con esta actitud me he sentido más consciente de la vida en mi ciudad, mucho más empático y cercano a mis hermanos.
Para esta semana te invitamos a dejar las etiquetas en la ropa y convertirte en un cuidadoso hermano mayor para todos en tu ciudad. Inicia el día cuidando de ti mismo con algunos minutos de refrescante meditación y un desayuno nutritivo; al salir de casa encuéntrate con tus hermanos menores a donde vayas. De esta forma, tarde o temprano, la ciudad volverá a brindarnos bienestar a todos.
Ideas compartidas por Julián Forero G. de 34 años. Julián es arquitecto y vive en Bogotá, Colombia.
Fuente de la imagen: Julián Forero G