– Y ¿me darías una estrella?
– ¡Claro que sí!
Mientras su hija baila por el parque, el papá sonríe. Hace unos meses, su hija no sonreía, no bailaba y se quedaba simplemente acostada en una oscura habitación. Parece que todo cambió…
– Y ¿me darías todo el cielo?
– Todito, hijita…
Entonces, ella paró de bailar. El papá se acercó con cuidado y vio lo que le había llamado la atención: una familia estaba acampada en el parque, probablemente algunos de los tantos refugiados que habían invadido ese bello país.
– Ven, hija, vamos por el otro lado.
Pero la niña no se mueve, simplemente los mira y los mira… Entonces, ella toma de un bolsillo en su chaqueta un dulce, se acerca y se lo entrega a otra niña, parte de la familia.
Y como si fuera una coreografía, ella se voltea y mira su papá, en un claro mensaje… El hombre no sabe qué hacer, pues no comparte que se ayuden personas de la calle; al mismo tiempo, sabe de lo que pasan los refugiados – pero, ¿por qué tenían que venirse aquí? – y no puede quedar detrás de su hija quien ya entregó el único dulce que tenía.
Así que saca un dinero y le entrega al hombre de la familia, quien le sonríe, pero no acepta inicialmente. Al ver a su papá confundido, su hija se acerca, mete la mano en la chaqueta y saca un paquete colorido: su propio regalo…
No era sorpresa que la niña supiera que el regalo que iba a recibir estaba en la chaqueta de su papá, eso ya había pasado antes… Ella lo pone en las manos de su amado padre y sonríe suavemente, estimulándolo a acercarse a la familia.
En ese instante, la magia de navidad, algo que este ejecutivo comercial de una importante firma hacía mucho no experimentaba, volvió a tocarlo. Era como si volviera atrás, al tiempo en que no tenía mucho, pero lo tenía todo, con una familia grande y alegre. Volver atrás a ayudar a su mamá a alimentar a los más pobres que ellos, en plena víspera de navidad, una noche como esta la que vive hoy. La mamá aprovechaba esa noche, pues la cena era más tarde que lo normal y tenía tiempo de ayudar a muchos, antes de sentarse a enseñar valores al restante de la familia.
Volvió a tiempos en que su corazón era blando y suave…
Con lágrimas en los ojos, se acerca del mismo hombre que rechazó su dinero, pero antes de entregar el regalo, saca nuevamente algo de dinero y le entrega al hombre. Con señas, indica que el regalo era para la niña, pero como esta no era la única, el dinero ayudaría a comprar algo para el resto de esa familia.
El inmigrante lo acepta, se para y abraza al hombre, entregándole algo que hacía mucho no había recibido: un amor incondicional que lo tocaría por el resto del año, tal vez el resto de la vida.
En esta navidad, su hija no recibió aquel regalo tan especial que era lo que ella quería tanto (aunque recibió otros más tarde en la casa).
Pero, algún tiempo después, su papá supo que en su escuela, le comentó a todos los niños que había recibido el mejor regalo de toda su vida. Sí, aquella noche, su papá le había entregado el cielo entero…