Cuando las personas son dependientes son como pájaros en una jaula dorada, pulcra y ordenada, en la que su mutuo apoyo les mantiene atrapados, aunque confortablemente.
Como nunca dirigen la mirada hacia sí mismos, no se dan cuenta jamás de su propio potencial para superar los límites que se han impuesto, para ser libres. No ven que son ellos mismo los que potencian las situaciones negativas y que hacen de otras personas y situaciones sus amos.
Vuelan una y otra vez en su jaula circular de limitaciones, sintiendo a veces la frustración de dichos límites y quejándose por ellos, pero rara vez son conscientes de que han creado sus propias jaulas. Después de todo, una jaula puede ser muy conveniente y cómoda y, sobre todo, familiar.
Cuanto menos miran hacia el interior, más miran hacia afuera y proyectas la responsabilidad hacia otros, y cada proyección le pone un barrote más a la jaula.
La llave de la jaula está siempre al alcance, ya que está en el interior. Cuando alguien reconoce su propio potencial para alcanzar la libertad, encuentra y utiliza la llave para abandonar la jaula. Esto es iluminación. La iluminación no es sino darse cuenta de dónde está la llave.
Tener fe en la llave y usarla requiere de ayuda. La única ayuda verdaderamente altruista la da Dios. A medida que vamos hacia el interior, Él nos da el poder para ser libres; lo que tenemos que hacer es mantener constantemente presente el pensamiento de la libertad y ser verdaderos con nosotros mismos.
Giramos la llave y salimos de la jaula. Volar es tener una nueva visión de nuestra vida y de nosotros; es tener nuevas actitudes que no nos aten a pequeñeces confortables. Dios otorga al alma las alas para volar más allá de la gravedad de los viejos patrones.