Dios tiene el poder de pertenecer a todos, porque ama y comprende a todos. En la misma medida en que Él es poderoso, es gentil. La verdadera fortaleza espiritual se manifiesta siempre con delicadeza y respeto.
Dios nunca utilizaría la fuerza o impondría su voluntad. Ninguna relación puede desarrollarse, ni siquiera empezar, si hay presión en ella, porque presión es violencia. Cualquier tipo de violencia, ya sea en contra nuestra o de otros, viola la dignidad.
El uso de la violencia, física o emocional, en contra de la voluntad o de las opciones de otros, indica no solo falta de respeto sino una inseguridad abrumadora. Forzar a otro a creer en lo que creemos, a hacer lo que hacemos, a pensar como pensamos fundamenta nuestra incapacidad de ser libres e independientes y de comprendernos y respetarnos.
El Padre respeta la eterna individualidad de cada uno de nosotros. Somos almas, únicas y valiosas, e iguales desde una perspectiva espiritual. No importa si somos mujeres u hombres, si somos de diferentes culturas o países, no importa cuál sea nuestra religión, primero somos seres espirituales. Cuando vivimos con la visión de igualdad es muy fácil apreciar, aceptar y alentar nuestras diferencias.
Extracto del libro: EL PUNTO ALFA, Anthony Strano
Ed. Brahma Kumaris