«El tiempo pasa inexorablemente, momento tras momento. La situación surge y acaba; en
cada una, podemos ganar o perder. Depende de nosotros.
No puedo estar quejándome de una determinada situación, si fui yo mismo el que la creó. Es
el creador quejándose de su propia creación. Cada circunstancia en que me involucro es
como si fuese un hijo mío.
¿Cómo debería tratar un padre a su hijo? Con amor, comprensión… La vida me dio un
momento para detenerme y reflexionar, ¿eso no es bueno?»
La Ultima Frontera, Ken O´Donnell, Editorial ERREPAR
Pensamientos del Día
La verdad oculta que yace dentro
Cuando nacemos, nuestro estado de ánimo es lo que podría referirse como conciencia del alma, es inocente y a la vez ignorante del mundo. Con el tiempo, el alma va engañándose a medida que desarrolla lo que puede denominarse como conciencia del cuerpo, además del ego. Cuando esto sucede, nos hacemos dependientes de la salud, la riqueza, la posición social y las relaciones, a fin de sentirnos amados, valorados y seguros. Dado que esto va cambiando y está sujeto a fluctuaciones, entonces también nuestra paz, felicidad y alegría se someten a un constante estado de amenaza.
A fin de detener la inseguridad, desarrollamos atributos negativos, tales como la codicia, el sentido de la posesión, y el enojo, los cuales, o nos sustentan o nos hacen sentir más controladores de nuestro mundo. Sin embargo, cuando nos fallan y perdemos el control de nuestras circunstancias, podemos volvernos ansiosos, nerviosos, desesperados o deprimidos. Todo esto representa la conciencia corporal, que es como un velo que tapa la verdadera identidad original del alma.
No obstante, la paz, el amor y la pureza, la franqueza, confianza e inocencia de nuestra naturaleza original (nuestra conciencia del alma), no se han perdido. Es la verdad oculta que yace dentro.
Despreocupado
Aceptar las responsabilidades sin sentirse agobiado por ellas puede parecer algo difícil de lograr. No obstante, es posible si me mantengo en contacto con mi ser interior y mi fuerza interna. Si confío en mis valores y principios espirituales, estos actúan como una mano invisible que guía todos mis pasos en la dirección apropiada. Cuando soy consciente de la acción de esta fuerza, puedo aceptar responsabilidades y cumplir con ellas sin que me inquiete el resultado. Sin duda los frutos serán así de provechosos.
Dulzura… y una actitud positiva…para mejorar mis relaciones
A muchos les agrada hacer gala de un humor sarcástico y manifestar críticas sutiles. Pero, por lo habitual, esto resulta hiriente para los demás. Para evitar toda ironía en mis relaciones, he de pasar por alto las equivocaciones, tanto las mías como las de los demás. Cuando he aprendido a amar de un modo puro y adopto una actitud positiva, mi personalidad se impregna de dulzura.
Mi naturaleza ha de volverse tan dulce que nunca más humille a nadie ni resalte sus debilidades.
Confianza en mi actitud
Espiritualidad… para vivir ilimitadamente
La espiritualidad significa vivir con la conciencia de que yo, el alma, soy un ser espiritual, hijo de Dios, y que todas las almas son mis hermanas y hermanos.
Espiritualidad significa una vida de valores basados en la verdad, no en la adquisición de objetos; una vida en la que pueda aprender y apreciar la importancia de desarrollar buenas cualidades en mi propio ser, virtudes divinas tales como la tolerancia, la cooperación, el amor, etc.; una vida en la que pueda comunicarme y relacionarme con los demás con una sonrisa en los ojos y felicidad en las palabras; una vida en la que mi propósito es aprovechar al máximo la vida que vivo y ser sincero conmigo mismo, sincero con Dios y leal con los demás.
Re-plantear la vida.. a cada momento
Tolerar..la mejor actitud ante lo imposible…cambiar a los demás
¿Puedo cambiar a otras personas?… No, no puedo. Las personas crecen, maduran y cambian en su propio momento.
Entonces ¿por qué quemarme internamente debido a la naturaleza y personalidad de los demás?
Opto por volver mi carácter aún más dulce y tolerante y vivir mis días más fácilmente.
La música de la vida
Si quiero tocar la guitarra, necesito usar las dos manos. Con una aprieto las cuerdas: Cada dedo aprieta una cuerda por debajo del traste; con la otra mano rasgueo la guitarra o punteo las cuerdas.
Cada una de las seis cuerdas vibra en su propia frecuencia y emite su propia nota individual. Sin embargo, es precisamente esa diferencia de sonido entre las notas lo que crea el resultado final de una bella imagen auditiva: Sonidos que fluyen y se entremezclan en nuestro oído.
Vivo y, no obstante, parece que deseo renunciar a la música de la vida. Me resulta muy difícil aceptar lo diferentes que son las personas. Quiero que todas sean como yo, que actúen como yo lo hago, que piensen como yo, e incluso, que crean en lo que yo creo. ¿Acaso es posible?
¿He oído alguna vez a un guitarrista que toque una única nota a lo largo de toda su carrera musical?
Si todas las personas fueran iguales no habría crecimiento alguno. No habría nada nuevo que estimulara nuestro intelecto y nos indujera a pensar profundamente.
Extracto del libro: Serenidad Reflexiones para enriquecer tu vida
Ed. Brahma Kumaris