En la desesperación de querer ser escuchado, el individuo habla más de lo que necesita y así, además de privarse de una fuente de rendimiento espiritual imprescindible, acaba agotándose. La energía del ser brota por la boca de aquel que no cuida de sus palabras. Una palabra puede estar tan llena de veneno que cause tristeza a otra persona para toda la vida.
Y sin embargo, en el sentido positivo, una palabra puede estar tan llena de significado y bendiciones que puede animar a alguien para toda la eternidad.
Nadie escucha a la persona que habla mucho y no hace nada. Pero todos prestan atención a aquella que actúa antes de hablar, pues sus palabras están llenas de fuerza y autoridad, porque provienen de su experiencia basta y humilde.
La poesía es una secuencia de palabras que se armonizan entre sí. Los lamentos, la queja y las habladurías también son secuencias de palabras. Pero no aportan ninguna belleza.
Extracto del libro: LA PAZ COMIENZA CONTIGO / Ken O’Donnell