Nos eleva, fortalece, inspira o entusiasma. Pero también nos puede confundir, deprimir o incluso alejar de nuestro camino.
Me protejo reforzando el corazón con la experiencia de Amor de Dios. Con el corazón pleno, nadie puede influirme, por el contrario yo soy una buena compañía para los demás.
Mis buenos deseos ayudan a los que están desorientados.
Contentos en toda situación y con cualquier persona.