En el interior del silencio me encuentro y encuentro a Dios; es mi compañero en la transformación. En el silencio recibo fortaleza de Él y eso me inspira a avanzar. Si conservo la valentía de hacer nuevos movimientos en mi vida, Su respuesta es ilimitada. En la India se dice ‘Cuando doy un paso de valentía, Dios me da mil pasos de ayuda’.
La fe de Dios en mí me permite recuperar la propia fe. Cuando me veo a través de Sus ojos, veo mi futuro muy brillante, mi presente como la oportunidad más valiosa y mi pasado como mi mayor aprendizaje. Desde el punto de vista de la eternidad todo es como debería ser. No hay lamentaciones, solo la inspiración para cambiar a mejor, mi potencial es ilimitado.
Que alguien crea en mí de este modo me hace sentir plenitud y, también, un gran agradecimiento porque estos sentimientos puros provienen de otro ser hacia mí.
Este abrazo desinteresado nos otorga el poder de comprender al ser y, sobre todo, a los demás. Entonces ya no vemos las debilidades. Nos parece que cualquier defecto puede curarse y que cualquier obstáculo es simplemente un peldaño más de la escalera.
Todo es un juego. En cuanto conocemos un poco las normas básicas, cualquiera de nosotros puede ganar. No hace falta tener un título, un estatus social concreto, una nacionalidad o una religión; basta con tener un corazón honesto que florezca bajo la luz de Dios.