Cualesquiera que sean las interacciones que se establecen con otros, se recibe su equivalente como respuesta. Eso significa que, si se da felicidad, se recibe felicidad a cambio y, si se provoca aflicción se recibe aflicción.
La ley de causa y efecto es simple y, cuando se comprende en toda su profundidad, puede aclarar el significado de los acontecimientos que tienen lugar en el propio mundo y en el mundo en general.
Los efectos, sólo pueden tener lugar si existe una causa.
La acción es la causa, y el fruto es el efecto.
En general, se tiende a olvidar que se es responsable
de los efectos porque se es responsable de la causa.
Comprender esta ley hace asumir totalmente la responsabilidad de la propia situación, del propio estado mental y, de hecho, de la propia vida.
Con esta comprensión se desarrolla tolerancia, aceptación y fortaleza. Y, lo que es más importante, que se es consciente que al realizar
acciones puras se crea un futuro positivo en la dirección que se elija.
No sólo no se es esclavo del destino, sino que se es dueño o creador del propio destino.
Extracto del libro: Meditación práctica / B. K. Jayanti