La respuesta de Dios llega a través de vibraciones, pero además, esta relación espiritual también me otorga el poder de realización para convertirme en un observador de mi propio papel en el teatro del mundo. Para ello debo desarrollar una comprensión sobre la manera en que necesito responsabilizarme para que ocurra dicho cambio. El desarrollo de mi ser espiritual y mi relación con Dios no conducirá necesariamente a curaciones milagrosas del cuerpo físico. No obstante, me conducirá a la sanación del espíritu que soy. Curar los desequilibrios y la negatividad de mi espíritu interior suele estar relacionado con la fuente original o inicial de la enfermedad física que sufro. Curar el ser interior hace que en la experiencia de mi vida vuelva a manifestarse el gozo, la paz y el amor, a pesar del estado de salud, situación económica o papeles sociales externos. Controlo la manera en que experimento mi realidad, a pesar de lo que la obra de la vida tenga a bien poner en mi camino. He ejercido mi elección de vida.
Permito que mis cualidades originales de serenidad y paz entren en mi conciencia. Elijo apartar de mi mente todas las dudas, preguntas y otros pensamientos. Tengo derecho a experimentar paz y serenidad en mi vida. No tengo que pedir paz o buscarla. Esa cualidad ya me pertenece.